
La gente utiliza activamente la cultura
Aunque las reglas culturales nos dicen qué hacer y cómo hacerlo, no siempre seguimos
su dictado. Las personas utilizan su cultura de manera activa y creativa, en lugar
de seguir ciegamente sus dictados (véase Archer, 1996). No somos seres pasivos
condenados a seguir nuestras tradiciones culturales como robots programados. Por el
contrario, las personas pueden aprender, interpretar y manipular la misma regla de
diferentes maneras. La cultura también se ve impugnada y en la sociedad suele haber
diferentes grupos que compiten por hacer prevalecer sus ideas, valores y creencias
(véase Lindholm, 2001). Incluso los símbolos más comunes pueden tener significados
radicalmente diferentes para distintos grupos o personas dentro de una misma
cultura. Los arcos dorados de McDonald's pueden inducir la salivación en una persona,
mientras que otras pueden ponerse a tramar una protesta vegetariana. La bandera es
un símbolo del país, pero su significado varía radicalmente entre sus habitantes.
Incluso si se está de acuerdo sobre lo que debe y no debe hacerse, las personas no
siempre hacen lo que dice su cultura o lo que otra gente espera. Se transgreden
muchas reglas, algunas muy a menudo (por ejemplo, los límites de velocidad automovilísticos).
Algunos antropólogos consideran útil distinguir entre la cultura ideal y la
real. La cultura ideal consiste en lo que la gente dice que deberían hacer y lo que dicen
que hacen. La cultura real se refiere a su comportamiento real tal como lo observa
el antropólogo. Este contraste es como el de emic-etic tratado en el capítulo anterior.
La cultura es a la vez pública y privada, tanto en el mundo como en la mente de las
personas. Los antropólogos no sólo se interesan por el comportamiento en público y
colectivo, sino también por cómo piensa, siente y actúa el individuo. El individuo y la
cultura están unidos porque la vida social humana es un proceso en el que los
individuos interiorizan los significados de los mensajes públicos (culturales). Luego,
sola y en grupos, la gente influye en la cultura mediante la conversión de su forma
privada de entender las cosas en expresiones públicas (D'Andrade, 1984;
Lindholm, 2001).
La cultura puede ser adaptante y mal-adaptante.
Para hacer frente o adaptarse a las tensiones medioambientales, los humanos pueden
recurrir tanto a rasgos biológicos como a patrones de comportamiento aprendidos
basados en los símbolos. Además de los medios biológicos de adaptación,
los grupos humanos emplean también «equipos de adaptación cultural» que contienen
patrones acostumbrados, actividades, y herramientas. Aunque los humanos
continúan adaptándose biológica además de culturalmente, la dependencia de los
medios culturales de adaptación ha aumentado durante la evolución y juega un papel
crucial.
A veces, el comportamiento adaptante que ofrece beneficios a corto plazo a los
individuos podría dañar el entorno y amenazar la supervivencia del grupo a largo
plazo. El crecimiento económico puede beneficiar a algunas personas mientras
también agota recursos necesarios para el resto de la sociedad o para futuras generaciones
(Bennet, 1969, pág. 19). Por tanto, a pesar del papel crucial de la adaptación
cultural en la evolución humana, los caracteres y patrones culturales también
pueden ser mal-adaptantes, amenazando la existencia continuada del grupo (supervivencia
y reproducción). El aire acondicionado nos ayuda a combatir el calor y los
hogares y las calderas de calefacción el frío. Los coches nos facilitan ganarnos la
vida llevándonos de casa al lugar de trabajo. Sin embargo, los gases emitidos por
el uso de esta tecnología «beneficiosa» crean nuevos problemas. Las emisiones
químicas incrementan la contaminación del aire, agotan la capa de ozono y
contribuyen al calentamiento global. Muchos patrones culturales modernos, como el
consumismo desmedido y la contaminación, parecen ser mal-adaptantes a largo
plazo.
